sábado, 17 de abril de 2010

Psique comenzamos bien...





Pongámonos en situación.

Me llamo Psique y tengo 22 años. Vine a Madrid en el 2007 para mejorar profesional y académicamente, y... aquí sigo. Hasta arriba de problemas pero con la jodida misma flor en el culo con la que he nacido. Soy de ese tipo de personas que tienen suerte... suerte con su familia, con sus trabajos, en los estudios, suerte en general; excepto con dos cosas: el juego y el amor. Tengo un problema grande por ambas partes. Desafortunada en el juego (y arruinada por culpa de él) y desafortunada en el amor.

Se podría decir que he tenido una vida fácil. Mis padres tenían dinero suficiente para procurarme una buena educación y muchos caprichos y, aunque psicológicamente ha sido más complicada, siempre he tenido muchas posibilidades, libertades y un largo etcétera. También tengo la suerte de tener un físico bastante aceptable y un nivel de inteligencia elevado, de modo que tengo todas las herramientas para ser alguien en la vida: educación, físico, inteligencia y apoyo (no sólo económico, sino también emocional)... sin embargo, algo falla. ¿Cómo no? Así que he decidido soltar lo que me apetezca en este blog... parte de ficción y parte de realidad, por supuesto, prefiero jugar con esa ventaja.

Me he unido al gremio de narcisistas que creen que su vida o su personalidad son lo suficientemente interesantes como para merecer ser contadas y sin embargo... no sé por dónde empezar. Es ahora cuando todo mi gen procrastinador decide tirar el proyecto por la borda y dejar este texto en un simple borrador. No lo puedo permitir.

Bien...

Empecemos por lo más típico, por el tópico y lo más complicado... El amor.

El amor... Je, qué difícil tema. "Si quieres que una persona cambie... consigue que te ame". Cada día estoy más segura de esa reflexión. Yo he cambiado por amor. Intentaré ser breve:

Yo creía, o quería creer, que el amor no era más que otro invento (algo más sofisticado y posiblemente más inviable que la mayoría) de la era moderna. No creía en el amor fiel, ni en el enamoramiento, o al menos... no lo sentía. Mantuve algunas relaciones sentimentales durante mi adolescencia (que se limitaban a una mezcla de aburrimiento, necesidad de afecto, sexo y conversación; ¿para qué engañarnos?).
Después conocí la dependencia. El autoconvencimiento del que quiere sentir amor por algún lado. Al menos ese amor romántico, especial y parejil que ni la mejor amistad, ni el familiar más abnegado podría dar. La dulce dependencia. Las ganas de conocer por fin a alguien, de compartir realmente (puede que se llame "madurez sentimental"). Le conocí, bueno, más bien me lo presentaron... llamémosle Noble. Noble era una persona increíble, bondadosa, generosa, un gran oyente... y un desastre de novio. Independiente hasta rozar el pasotismo, cerrado hasta rozar el desinterés. Esa relación duró casi año y medio y creí estar enamorada... je. Qué equivocada estaba. No supe lo que era el amor hasta que llegó Él, llamémosle Imposible. La persona que me hizo cambiar. Y esa que es una historia digna de ser contada.